En Zacatecas, más de mil personas han perdido la vida por COVID-19. La pandemia cambió la forma de despedirse de los difuntos, no sólo de quienes perdieron la vida por la enfermedad, sino también de los fallecidos por otras causas.
Las muertes acumuladas, así como la ausencia de rituales, han complicado el duelo, las maneras de decir adiós han cambiado vertiginosamente en cuestión de meses y las noticias de personas amadas que se han ido se vuelven pan de cada día; el anhelo de despedirse de la manera tradicional forma parte del pasado.
Mientras los médicos combaten de frente, con pérdidas entre sus compañeros que no pueden llorar, quienes dejaron a sus pacientes en hospitales lamentaron saber la partida distanciados, en algunos casos, para recibir de vuelta sólo cenizas de los seres queridos que murieron solos en la sala de un hospital.
En el Día de Muertos, expertos recomiendan no dejar atrás las tradiciones y expresar los sentimientos que estas ausencias provocan, aunque el ambiente festivo no sea el mismo que el de los años anteriores y ahora se torne en una reflexión de luto mundial. La muerte ha cobrado un nuevo significado.
Enfrentarse en la batalla
Académicos de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) compartieron una mesa de diálogo sobre la muerte en la nueva normalidad de la contingencia desde la medicina, la antropología, la psicología y la bioética.
El panel fue abierto por la doctora y docente Edith Cárdenas Vargas, quien abordó cómo el personal de salud ha enfrentado la muerte durante la pandemia. Precisó que el miedo al contagio está presente en médicos, enfermeras y trabajadores de apoyo desde que inició la emergencia y hasta la nueva normalidad.
Lamentó que las medidas se relajaran en la sociedad sin pensar en la labor dentro de los hospitales y en la estancia de personas internadas graves y que mueren solas.
Detalló que nadie acompaña a estos pacientes y a los únicos que ven es a los médicos, pero con trajes y equipo de contención, lo que hace más difícil el proceso.
La académica afirmó que la muerte es un proceso de duelo que también impacta en el personal de salud, ya que pierden todos los días a pacientes, vecinos, amigos y compañeros.
Recordó que tan sólo en una semana fallecieron tres médicos muy queridos entre el gremio, noticias que afectaron y, sin embargo, deben seguir con la extenuante atención a los enfermos y tienen poca o nula oportunidad de demostrar su dolor: es un duelo inhibido, que está ahí, pero no se puede expresar.
Francisco Madera Maldonado, secretario técnico del Consejo Estatal de Bioética, puntualizó sobre la psicología y la apatía que muestra la sociedad ante la muerte en la nueva normalidad. Opinó que se pasa por un fallecimiento emocional como consecuencia de la catástrofe que impacta al mundo.
Comparó el efecto con el de las guerras mundiales y advirtió de sus alcances, ya que esta contingencia está presente en todos los rincones del mundo. Esta apatía, enfatizó, provoca un distanciamiento emocional pues, aunque las muertes sean cercanas, cada vez se siente menos responsabilidad social.
La antropóloga Gabriela Pineda Hernández expuso la importancia que tienen los ritos funerarios en lo individual y social, así como su evolución durante la pandemia mundial. Precisó que sirven para tener un equilibrio de tiempo y son una expresión de solidaridad social después de un fallecimiento.
Aseguró que, a pesar del contexto mundial que se vive, estos ritos no han desaparecido, sino que evolucionaron y están en un constante cambio. Reconoció que también hay conflictos que han surgido con los dictámenes gubernamentales como la cremación, ya que algunas religiones no contemplan esta opción por la trascendencia espiritual en la que creen.
Consideró que esto también es parte de una biopolítica y necropolítica, por las condiciones que se imponen desde los gobiernos para permitir o negar rituales.
Rituales afectados
Bajo las reglas de la nueva normalidad, los ritos funerarios cambiaron durante los pasados siete meses, ahora la gente está imposibilitada para realizar velorios, misas de cuerpo presente e inhumaciones de acuerdo con las tradiciones mexicanas.
Quienes pierden a un ser querido se despiden de ellos solos o con poca compañía. Entierros, misas y rosarios están limitados, lo que afecta a los deudos “porque no tienen una forma de despedirse de sus seres queridos que perdieron la vida, situación que dificulta el manejo del dolor”, explicó la docente y psicóloga de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) Aimé Alanís Pérez.
Expuso que el cierre de los panteones, para evitar aglomeraciones y prevenir contagios, hace de este Día de Muertos diferente y más complicado, al ser la fecha en la que “el familiar que perdió la vida nos visita y no poder asistir hace más difícil la aceptación”. Contener los sentimientos “afecta en la psique de las personas”, advirtió.
Por ello, sugirió mantener la tradición en el hogar. Consideró que la celebración mexicana ayuda a las familias a manejar el sufrimiento por la ausencia de un ser querido: “los rituales que se realizan son para quienes quedan en vida, para liberar el dolor que se siente por la partida y, ahora que no pueden realizarse, afecta tanto en lo emocional como en la salud mental”.
Rosa Elda: partida abrupta
Rosa Elda, de la capital del estado, pasó de no creer en COVID-19 a conocerlo de cerca, tras la muerte de su tío don Jesús. Este suceso cambió por completo su perspectiva de la contingencia, pues describió que la despedida fue abrupta.
Elda destacó que al inicio de la pandemia creía que la emergencia era un invento del gobierno para deslindarse de la situación económica que se vive en el país, por lo que ni ella ni su familia se protegían y esto trajo como consecuencia el contagio de su tío más querido.
“Me enteré que mi tío estaba enfermo de COVID y estaba internado, fue ahí donde empecé a creer en esta enfermedad, hasta que le tocó a alguien de mi familia”. Elda narró que, hasta que padecieron de cerca, ella y sus parientes acataron todas las medidas, mientras don Jesús luchaba por su vida, conectado a un ventilador en el hospital.
Después de 15 días internado, el hombre perdió la batalla y esto fue brutal para Elda y su familia. Lo que más sufrieron fue no tener la oportunidad de despedirse ni de “honrar su partida”. “Queríamos hacerle un funeral bonito, como se lo merecía, acompañarlo, llevarle flores, rezarle como se debe, llevarlo el panteón y ahí despedirlo con un mariachi que tanto le gustaba”.
Sin embargo, el mismo día que falleció don Jesús fue enterrado, no hubo despedida, sino una conmoción. “Lo que trajo la muerte de mi tío fue como un sentimiento extraño, como si nos hubieran arrancado algo, fue muy abrupto y nos dejó un hueco también porque no nos pudimos despedir de él correctamente; como pudimos le hicimos el novenario para que pudiera ir en paz”.
Margarito: distintas pérdidas
Durante los siete meses de pandemia, Margarito se ha tenido que enfrentar a la muerte como nunca antes. A la primera persona que tuvo que despedir fue a su hijo Juan, de 32 años, quien murió por complicaciones de COVID 19, tras contagiarse durante sus jornadas laborales.
A los dos días, Margarito ingresó al hospital, también como positivo y, aunque sólo requirió oxígeno, su desesperación era mucha: “Dejé a mi hijo en el hospital y sabía que no lo podría ver. Estaba en el mismo edificio y tampoco lo podría ver, la única información que teníamos era vía telefónica”.
A los pocos días, Margarito abandonó el hospital, pero su hijo continuaba conectado a un respirador y su estado de salud no era alentador. No volvió a verlo y, tras recibir la noticia de la muerte, debió esperar 48 horas para que les entregarán sus restos porque fueron cremados sin que ninguno de sus seres amados se despidiera.
“Decirle adiós fue lo más difícil, el remordimiento de no estar a su lado sus últimos días me atormentaba, el tener solo una caja con sus cenizas era algo que nunca esperé vivir”.
Un segundo golpe llegó con la partida de su hermana menor, quien perdió la vida por un problema estomacal y al estar él en Estados Unidos, no pudo acudir.
“En este momento mi vida se volvió a derrumbar, quería agarrar el primer vuelo y estar en Zacatecas, pero por mi estado de salud no pude hacerlo, no despedí a mi hermanita, no acompañé a mi madre, la distancia nunca había sido tan dolorosa”.
Para Margarito vivir la muerte de dos seres queridos fue “una experiencia que no se le desea a nadie”.
“Si bien la muerte es un proceso de nuestra propia naturaleza, vivirla sin poder despedir es terrible, porque no estas allí para cuidarlo, no estas sosteniendo su mano para darle alimento y sólo tienes comunicación por teléfono con los médicos, quienes se limitan a informarte sobre el estado se salud de tu familiar”.
María y su madre: sin oportunidad
La señora María Onoria, de Fresnillo, ha padecido el encierro desde que comenzó la pandemia en marzo y, pese la responsabilidad que decidió tomar en conjunto con su familia, el virus llegó sin abrirle la puerta, arrebatando a un pilar de la familia: su madre.
Fue en septiembre cuando ocurrió la muerte de la mujer de 90 años, quien presentaba una infección en las vías urinarias, sin embargo, el virus COVID-19 complicó la situación.
Ella comenta que su madre tuvo dolores que se iban intensificando, razón por la que la llevaron a un hospital del ISSSTE para ser atendida, y donde consideran que pudo haberse infectado, ya que los seis meses atrás permaneció en aislamiento en su casa, para cuidarse de la pandemia.
“No sabíamos que era COVID, cuando comenzó con los problemas por la infección de las vías urinarias, le dieron un tratamiento que no fue el adecuado porque no se le hizo exámenes, lo que empezó a generar mayor dolor que ya se extendía a otras partes del cuerpo”.
“La llevamos a que la atiendan y comienza con una gripita, principalmente flemas, sin embargo, otro día que le tocaba cita con el médico, la llevo y noto que su respiración y color de piel no estaban bien”.
Aunque María Onoria comentó que a su madre se le había realizado una prueba rápida por un médico especialista antes de asistir al ISSSTE y resultó negativa, una vez en el nosocomio se les confirma que es positiva y debe quedarse hospitalizada para estar en revisión, por su condición de salud.
Su madre ingresó el día 7 de septiembre; tres días después, recibió la desgarradora llamada donde le confirmaban que su mamá había fallecido.
“Todo fue muy rápido, sabíamos que por su edad era riesgoso su estado, pero el día que recibimos la llamada, sólo se nos dijo que murió y que se tenía que hace el procedimiento de embalsamado de manera inmediata. No tuvimos la oportunidad de ver por última vez su rostro o tomar sus manos en el último momento”.
Aun cuando el funeral fue difícil, ya que por las medidas sanitarias no se pudo reunir toda la familia más que un grupo de 10 personas para despedirla en el panteón, el duelo se complicó cuando días después comenzaron con síntomas que preocuparon.
“Vino estrés y miedo, porque luego del funeral yo empecé con dolores musculares y colitis, realmente sentí angustia, pues días después mi esposo también tuvo algunas complicaciones y mi hijo perdió el olfato y no le sabían los alimentos”.
Cuando surgieron los padecimientos, los familiares inmediatamente comenzaron un aislamiento en cuartos; sin embargo, la frustración estaba porque, aun cuando habían conservado todas las medidas y cuidados para estar seguros, el virus irrumpió su casa.
“De verdad que da mucha tristeza que personas no hagan absolutamente nada para cuidarse, que siguen saliendo sin usar un cubrebocas, que no les cuesta nada utilizar; quieren estar saliendo, sin pensar en el daño que ocasionan para otros”, expuso María Onoria.
“Es difícil tener una pérdida de esta manera, porque no la vas a volver a ver. Lo que queda es no dejar pendientes con las personas, quedar en paz, sin preocupaciones. Aprendimos que no hay que guardarse nada, no esperar la última hora para pedir perdón, decirle lo mucho que queremos a alguien; sobre todo, a no confiarnos de este virus”.
Karina y Gerardo: un rápido adiós
Karina y Gerardo son un joven matrimonio de Río Grande que en un mismo día perdió a dos seres queridos. Solo fueron horas de diferencia y no pudieron despedirse.
La primera en fallecer fue la abuelita de Gerardo, quien tuvo complicaciones a causa de COVID-19 y, para él, fue una partida muy sentida, por la cercanía que tuvo durante su crianza. Recordó que recibió la noticia temprano por la mañana e inmediatamente sintió la necesidad de acudir a darle el último adiós, por lo que pidió permiso en el trabajo y se lo comunicó a su esposa.
Ambos decidieron viajar a Torreón, Coahuila, para estar en el sepelio, que sería ese mismo día por la tarde, pues así lo marcan los protocolos sanitarios de ese estado. Al llegar, aun procesaban el triste suceso, cuando Karina recibió una llamada por parte de sus primos, quienes le dijeron que su tía acababa de fallecer.
La mujer era una señora de edad no muy avanzada, sin embargo, tenía complicaciones con una enfermedad desde hace varios años, la cual se atendía en la Ciudad de México. Ambas muertes fueron muy repentinas para las familias, quienes no daban crédito por lo que estaban pasando.
“La despedida de mi tía fue muy rápido, no alcanzábamos a llegar, el mismo día de su muerte se realizó una caravana de carros con familiares cercanos del hospital directo al panteón”, detalló Karina. “Con la contingencia que se vive a nivel mundial, no sabes cuándo será el último día que verás a tus seres queridos”, lamentaron.