Mujer asesina a su marido y lo cocina para hacerlo guisado, además, le da del platillo a su suegra como venganza.
La historia comienza en Río Quito, Chocó en Colombia, una de las comunidades más pobres del país en donde Marcela había sufrido de maltrato y abuso en todas las índoles por parte de Rigo, su esposo y Carmen su suegra.
Marcela era ama de casa, dedicada al hogar y también a la tierras de su marido, no salía, ni tenía amigas en el pequeño pueblo, era una mujer tranquila y muy callada. Sin embargo, guardaba un secreto: era abusada sexualmente por su marido, además de trabajarla y explotarla sexualmente con sus amigos en estado de ebriedad por unas cuantas monedas. La golpeaba cuando le apetecía y la humillaba. Algo muy común en el lugar.
Su suegra Carmen también la maltrataba y además de trabajarla en las tierras como a un hombre más, la maltrataba con comentarios despreciativos y humillaciones. Muchas de las veces le provocaba problemas con su propio hijo para que éste la golpeara.
La mujer cansada de 20 años de maltrato planeó la trágica muerte de su marido una noche después de la jornada laboral, en donde lo embriagó y asfixió para después cortarlo en partes, cocerlo a la leña y hacer un guiso con vegetales para darlo después a su suegra.
Al día siguiente después de una jornada más en el trabajo de las tierras y sin estar presente Rigo, Carmen le pide a Marcela le dé de comer y esta cede gustosa. Preguntando por su hijo, Rigo a quién refiere Marcela cómo ausente por ir a vender vegetales a un vecino del condado.
Carmen sin pensarlo y a la hora de la cena comió del platillo tranquilamente cuando al preguntar nuevamente en dónde estaba su hijo recibió la despiadada respuesta por parte de su nuera al decirle que se encontraba con ella y que si acaso no podía ver que Rigo se encontraba en la mesa con ellos.
Carmen no prestó atención al comentario de Marcela hasta que al terminar de comer el guiso notó algo extraño en su plato, era un trozo de carne que jamás había visto.
Al darle un vistazo con la cuchara pudo observar unos ligeros pliegues como los de un cuero de cerdo pero era algo más delgado, al ver la terrible escena de lo que realmente era pudo sentir el horror al darse cuenta que lo que ella había comido eran restos de su hijo Rigo muerto y lo que ella estaba comiendo en su plato era un trozo de dedo humano. A lo que entendió que su hijo realmente estaba con ella y no sólo eso, sino que yacía en su barriga.
Horrorizada comenzó a gritar y con dificultad pudo escapar de la casa para ir a la Policía del lugar quien al arribar a la vivienda pudo ver a Marcela como si nada continuar con las labores del hogar pero ahora lo hacía de una forma plácida y tranquila.
Tenía una sonrisa en su rostro y al parecer se encontraba perdida en su propia alegría por haber asesinado al hombre que alguna vez fue su marido.
Los elementos de la Policía de Río Quito revisaron el lugar en donde para horror de todos había guardado el resto de la carne en una parte del granero trasero, que usualmente utilizaban para guardar y secar las carnes: parte de sus piernas se encontraban colgadas de un gancho de metal, la cabeza se encontraba en otro gancho y el resto del tórax y tronco había sido dejados en láminas de metal para secar la carne.
Aunque algunas de las partes faltaban suponían se encontraban en el guiso que Marcela había hecho para la cena de esa misma noche.
La mujer no pudo ser procesada por la Fiscalía de Justicia de Colombia, sin embargo fue llevada a un centro de atención para enfermos mentales en donde fue declarada con esquizofrenia severa.
Los fuertes maltratos que había sufrido por 20 años la habían llevado a una locura silenciosa en donde ella decidió en su propio mundo liberarse de su agresor haciéndolo estofado.
Y tú, que harías en el lugar de Marcela?
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